El Blog de Hana

Habilidades del Terapeuta de Sanación Integral

El terapeuta de Sanación Integral es una persona que ha encontrado su propósito de vida acompañando a otros seres humanos no sólo en sus momentos de crisis y dolor, sino en la voluntad de desplegar capacidades y encontrar el profundo significado de la vida.

Todos conocemos ejemplos de personas que han logrado éxitos en la vida con el desarrollo de su talento o reconociendo su don particular. El don reside en el punto interno de confluencia entre las aptitudes naturales y la vocación personal. La persona que despliega su don siente que hace lo que le gusta y que, al hacerlo, es realmente ella misma, es decir, se siente auténtica.

Cuando esto sucede, nos sentimos plenamente enfocados en un estado de flujo donde convergen simultáneamente el sentido de identidad, los objetivos personales y el profundo goce de sentirnos útiles.

En tales momentos experimentamos y vemos con claridad lo que tenemos que hacer en cada fase del proceso. Tal certeza de estar en donde queremos estar, genera una profunda sensación de sentido que abarca todos y cada uno de los pasos dados a lo largo de nuestra biografía.

Descubrir nuestro don es un hito en la vida de todo ser humano, un hito que conlleva una poderosa transición: la de salir del centro dramático y endogámico del yo para ver florecer las propias potencialidades. Y, así como como el niño, una vez nutrido de afecto y alimento, necesita salir al mundo para explorar, de la misma forma el ser humano adulto pasa de “mirar su propio ombligo” a vivir el impulso de ofrecer aquello que le ha nutrido internamente y que vale la pena ser compartido.

Este tránsito deja atrás la etapa en la priorizábamos actividades sustentadas en pensamientos tales: “esto tiene salida”, “lo que está bien visto”, “lo que me asegurará una vida digna” o “lo que es correcto”, es decir, premisas y mandatos que, en muchos casos, han anestesiado la verdad propia. Descubrir el propio don es un atreverse a ir más allá de la natural necesidad de “encajar” o de cumplir bien el “papel” que se esperaba de uno.

Como acompañantes transpersonales, el hecho de reconocer nuestros dones y expresarlos formará parte, tanto de la maduración del yo, como del reconocimiento de una realidad mayor que impregna y dinamiza nuestra dimensión afectiva y profesional. De esta forma, iremos progresivamente encontrando una “nota particular” a la hora de acompañar al otro, en resonancia con nuestra verdad interna.

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